Reconciliándome con la (sana) ambición
Reflexiones sobre nuestra conversación con un ex-futuro presidente de Colombia
Luisa Gómez
Antes de la conversación con Juanse en el último episodio de De dos en dos, pensaba que la ambición era estar montado en la rueda del hámster, corriendo constantemente hacia el objetivo que tengo al frente, sin detenerme a mirar a los lados. Pensaba que ser ambiciosa era estar persiguiendo la siguiente medallita para mi hoja de vida, acumulando una tras otra sin alcanzar nunca suficientes títulos, o cargos, o escalones en la carrera corporativa, o lo que sea. No, yo no quiero eso, me decía, y por eso había peleado con la ambición. También - y Mari me hizo caer en cuenta de esto en la conversación - pensaba que tener ambición significaba estar dispuesta a poner en juego mis no negociables: mi salud física y mental, mi tiempo libre, mis relaciones con mi familia y amigos, mis gustos, y mi libertad. Todo con el fin de alcanzar una meta. Eso tampoco lo quiero.
Pero la conversación con Juanse me hizo ver que estaba equivocada, y que había otra forma de ver la ambición. ¡Cómo me gusta cuando alguien me cambia la forma de pensar ampliando mi perspectiva!
Toda su vida Juanse quiso ser presidente de Colombia, hasta que se dio cuenta que mientras no lo lograra iba a vivir en deuda consigo mismo. Nunca iba a estar satisfecho porque siempre iba a estar en falta por lo no logrado, su gran ambición. Ahí decidió que la ambición también tiene forma de proceso. La ambición no implica únicamente llegar a un puerto, sino navegar, y entendió que en ese momento del recorrido también puede soñar y desear. Y no se trata solamente de disfrutar lo que hace en su día a día, sino de ilusionarse con hacerlo bien. Y es lindo que, cuando el foco está en navegar, renunciar a los no-negociables pierde sentido, porque estos son justamente los que nos permiten disfrutar el proceso.
Otra razón de mi pelea con la ambición era sentir que lo que estaba llamada a desear no era mío realmente, y quise ponerme en la tarea de identificar lo que sí era mío. ¿Un cargo importante en una gran empresa?, ¿un súper salario?, ¿intentar convertirme en alguien con muchos likes?.. nah. Eso no es mío. Y, otra vez Mari en esta conversación me mostró que, aunque quitarme las metas externas es el primer paso, el segundo es identificar las mías propias. Y es que tener ambiciones es casi que una obligación contigo mismo, porque al final es lo que te estira, te lleva a dar todo de ti, y te impulsa a salirte de ti mismo.
Así que, con todo esto, tiene que haber una forma de ambicionar que no ponga en juego lo importante, que no implique montarse a una carrera circular sin sentido, y que esté alineada con las propias metas, y no con las externas. ¡Tiene que haber una sana ambición! Y si alguno de ustedes que lea esto tiene pensamientos, ideas o experiencias sobre cómo puede verse esa sana ambición, por favooorrr, nos las comparte, por aquí, por whatsapp, por Instagram, por donde quiera. Este es un tema que yo, Luisa, todavía no termino de digerir porque además llegó a mí inesperadamente.
Espero que se escuchen el episodio, los deje tan pensativos como a nosotras y encuentren y/o construyan su sana ambición.
Recomendaciones
Aparte del episodio, venimos con dos poemas que probablemente ya conocen, pero que no envejecen y volvieron a nosotras con las preguntas sobre navegación y destino.
Itaca de Kavafis
Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes
sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguantar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.
Caminante de Antonio Machado
Caminante, son tus huellas
el camino y nada más;
Caminante, no hay camino,
se hace camino al andar.
Al andar se hace el camino,
y al volver la vista atrás
se ve la senda que nunca
se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino
sino estelas en la mar.